En Johannesburgo ya "juegan" el Mundial, pero lo van perdiendo. La otra cara de Ciudad del Cabo: se ven señales de lo que se viene, pero también hay d



Pasar de Ciudad del Cabo a Johannesburgo es chocante. El cambio es bien marcado. Los ojos ya no reciben imágenes de esplendor y todo gira en torno a una sensación de descuido y riesgo. A falta de poco más de 80 días para la disputa de la Copa Mundial hasta cuesta creer que la sede llegue de la mejor manera.

Es cierto, a las 18.30 locales, y cuando el sol ya empieza a retirarse con mayor velocidad, el esfuerzo humano es constante. La maquinaria sigue funcionando para tratar de cumplir con los plazos preestablecidos. Pero es mucho lo que queda por hacer.

La autopista que une al aeropuerto con el centro de la ciudad y las salidas hacia otras carreteras muestran demasiadas partes en construcción, lo que también colabora para que se acreciente la visión de caos. Los embotellamientos son interminables y cientos de autos se siguen aglutinando en el punto en el que procuran virar para tomar otro rumbo.

El paso de los periodistas se concreta, además, con una custodia policial por delante y detrás de la unidad que la FIFA dispuso. Con sirena abierta se consigue quebrar la super barrera de vehículos, los que miran con asombro para tratar de comprobar quiénes son los que tienen el privilegio de romper con el avance lento.

Ni siquiera la posibilidad de ir con mayor celeridad impide observar el grado de descuido que hay en el cantero que divide las dos vías. El pasto y, especialmente, los yuyos crecieron a una altura muy importante, lo que afea el recorrido. Pero peor es la cantidad de basura que está tirada a los costados de la ruta.

El encuentro con otra realidad urbanística, con una ciudad más industrial y de menor belleza paisajística, sólo es quebrado en el destino que eligió Brasil para concentrarse en Sudáfrica. El Rand Park Club es puro lujo. El campo de golf, la extensión del verde a través de un decorado natural con árboles y flores irrumpe en medio de un extenso barrio privado en el que las casas se protegen con muros, alambrado electrificado y la empresa de seguridad Piraña. Pero, aquí tampoco está todo pronto. Y la promesa realizada es que el 16 de abril las autoridades del club recibirá la obra culminada para poder amoblarla, pero hay mucho para hacer todavía.

El cambio entre una ciudad y la otra es abrupto. Podría decirse que hay una victoria por goleada, aunque Johannesburgo consigue meter un buen gol en lo que a identificación con la Copa d el Mundo se refiere. Acá sí hay contundentes mensajes sobre el fútbol.

Apenas se desciende del avión se nota que dentro de poco habrá una competencia importante. Si hasta armaron una especie de tribuna con cuatro filas de asientos para dar la bienvenida a los visitantes. Además, una pelota inflable gigante cuelga del techo y una empresa patrocinadora puso un futbolito con el cual invita a jugar para ganarse premios.

También en cartelería Sudáfrica golpea más fuerte. Con ayuda de los sponsors hay banderas y promociones de todo tipo. Al menos, de esa manera, el aire futbolero permite no ser tan pesimista en cuanto a la fuerza que tendrá Johannesburgo.

Franceses financiaron estadio donde enfrentarán a Uruguay

Ya en Johannesburgo, es imposible evadirse al impacto que causó estar en el Green Point, el estadio de Ciudad del Cabo donde Uruguay debutará en el Mundial enfrentando a Francia.

Las tribunas están separadas del campo de juego por un foso más chico que el que se ubica entre las populares y la cancha del Centenario. Nada de tejidos, todo para favorecer la visibilidad y entradas más caras en esos sectores para tratar de asegurarse la mejor respuesta cultural posible. Sala de masajes en los vestuarios, cuartos especiales para los entrenadores, ascensores de buenas dimensiones para ayudar a los espectadores a llegar hasta el sexto piso.

La operatividad está asegurada y queda bien claro que existió el asesoramiento, además del financimiento, del Stade de France. Es que el escenario se construyó bajo el acuerdo de una empresa local y los responsables del estadio francés, quienes se aseguraron así el 70% de los ingresos durante un período de 30 años.