Uruguay ganó por ser fiel a sus raíces y Ecuador perdió por ser demasiado ambicioso


Hizo los deberes del maestro

Cómo pueden cambiar las cosas en el fútbol en tan sólo 90 minutos. Uruguay llegó presionado, malherido, jugado al todo o nada porque si perdía quedaba sin chance de ir a Sudáfrica y ahora, luego de la victoria ante Ecuador, tiene prácticamente asegurado el 5° puesto y hasta tiene buenas chances de clasificar directo si vence a Argentina.

Desde que se concretó la victoria ante Colombia en el estadio el 9 de septiembre, tanto jugadores como técnicos tuvieron claro que "el" partido era ante Ecuador. Era de esos encuentros denominados "bisagra", pues marcaría las posibilidades celestes. Y la tabla así lo refleja, porque la movida en los dos lugares que quedan por definirse fue grande.

Lo principal a rescatar es la postura que tuvo el equipo. Se pareció a los viejos conjuntos uruguayos. Una defensa bien parada, con líneas compactas para dejar la menor cantidad de espacios posibles, zagueros rudos que hicieron sentir la marca pero sin cometer demasiadas faltas peligrosas en las cercanías del área, y dos delanteros rápidos, explosivos, vivaces y sacrificados para sacar los contraataques.

Con un 5-3-2 bien definido, Uruguay jugó un partido inteligente, manejando los tiempos, cortando los circuitos futbolísticos y los caminos hacia el arco defendido por Fernando Muslera.

Había que controlar la velocidad de Valencia y se hizo, salvo en un par de oportunidades en la segunda mitad, una de las cuales fue el gol en el que Jorge Fucile hizo un mal cierre. Se debían tapar los tiros de Edison Méndez desde media distancia y también se logró, porque cada vez que el número 8 ecuatoriano tomaba la pelota de frente al arco allá salían Lugano, Cáceres, Scotti o algún volante como rayo para tirarse hacia adelante y bloquearle el disparo.

No había que dejarle a Felipe Caicedo avanzar con balón dominado porque a medida que gana metros se vuelve más potente y siempre tuvo a dos o tres celestes alrededor, con el resultado de robarle el balón y a la larga anularlo por completo, tanto que "Felipao", como le dicen acá al medio punta, se ganó la reprobación de su público.

La parte defensiva se cumplió tan bien que en la primera mitad Ecuador había generado sólo dos llegadas peligrosas y Uruguay tres: dos de Forlán y una de Suárez.

En la segunda mitad gran parte de la explicación del resultado está en las estrategias que siguieron los técnicos. Tabárez ordenó el ataque, colocando a Forlán un poco más retrasado para enganchar las líneas defensivas con la ofensiva, ya que se estaba recurriendo mucho al pelotazo. Así, Suárez tuvo más contacto con la pelota y el propio Diego empezó a ser desequilibrante cuando se lanzó en velocidad por las puntas.

Sixto Vizuete, entrenador de Ecuador, se dio cuenta que su equipo atacaba demasiado por el medio y decidió poner como puntero derecho a Valencia y luego a Montero por izquierda, aunque para darle ingreso cometió un error fatal: sacó a Noboa.

El número 6 de Ecuador era el único que contenía en el mediocampo y con su salida el local perdió el control del partido. Tabárez reaccionó y cambió la figura táctica a un 4-4-2, colocando a Fucile como lateral zurdo, quitando de la formación al "Japo" Rodríguez (fundido a esa altura y fallando muchos pases) y pasando al "Palito" Pereira como volante por izquierda. Es cierto que Fucile entró mal y Valencia le ganó dos veces las espaldas, en una de ellas anotando el gol. Pero ya el partido no fue el mismo. Desde ahí comenzó a mandar Uruguay, que sacó desde la mitad de la cancha y con una corrida de Forlán por la zurda, el centro al segundo palo y el remate de Suárez empató.

Ecuador, obligado por su gente y porque si ganaba se metía en Sudáfrica, siguió atacando pero sin claridad, a pura fuerza. Y así le dejó servido el partido a Uruguay, cuyo fuerte a lo largo de la historia fue el contraataque.

Lo ganó Uruguay por no haber renunciado a sus raíces, a su historia y porque la garra charrúa nunca morirá. Lo perdió Ecuador, o mejor dicho su técnico Vizuete, por ser demasiado ambicioso y porque planificó más el partido tratando de sacarle ventaja a la altura que de jugar al fútbol.

Técnico ecuatoriano. Pensó más en cómo sacarle ventaja a la altura, que en jugar al fútbol.